Mis primeros pasos
Lo primero que hice después de saber el diagnostico fue nada, no podía hablar… lo sospechaba, pero cuando un médico de la categoría del pediatra de Teo te dice que la niña tiene Autismo, es porque tiene Autismo y la verdad es que se siente como un balde de agua fría, creo que las madres siempre tenemos la esperanza de que estamos exagerando, de que es algo pasajero o que va a mejorar, pero de verdad, me lo dijo el pediatra y el corazón me latía a mil por hora… salimos de la clínica y nos sentamos en una banca para que Teo se coma su quequito (la foto es de ese día), nos fuimos a la casa en silencio, creo que el nudo en la garganta no nos dejaba hablar… lloré, si, la pena es inmensa, porque duele, presientes que no va a ser fácil, porque la hija que creías tener no es como esperabas… ¿pero saben? mi primera hija murió a las 17 horas de nacida, ese dolor es indescriptible, entonces ahora tenía a mi Teo recién diagnosticada, pero estaba viva!, la tenía ahí para abrazarla y decirle que no importa cuanto nos cueste, lo vamos a lograr. La tristeza me la metí en el bolsillo (no es 100% verdad, igual lloraba a escondidas, tenía y aun tengo miedo del futuro), pero me hice la fuerte y comenzamos a buscar profesionales.
Lo primero que hice fue buscar metodologías y me incliné siempre por las intervenciones en base al cariño, juego y confianza. Fue ahí que descubrí el método Son-Rise, es un método bellísimo (pero acá en Chile no habían centros que lo trabajaran), así que leí unos libros y vi videos de como ellos trabajaban. Después de dos días comencé a trabajarlo con Teo, no lo hice al pie de la letra, pero si me guié por sus principios básicos... Teo hacía filas con sus juguetes, yo me ponía al lado y hacía otra fila también, ella hacía montañas con sus peluches apilados y yo hacía otra más… y así. Un día di vuelta el sofá y lo convertí en un tobogán, tomé las pelotas y comencé a lanzarlas por el tobogán, la carita de Teo brillaba, estaba fascinada! vino donde mi, tomó una pelota y la lanzo por el tobogán! Y fue ahí cuando comencé a entrar en el “mundo” de mi pequeña Teo, prácticamente convertí mi casa en un centro de juegos para ella, fueron dos semanas, 8 horas diarias aplicando este método, mientras cocinaba yo cantaba y saltaba, le mostraba lo lindo y feliz que era mi mundo. Y así, hasta que encontramos a los terapeutas adecuados, donde las sesiones eran juegos, sin presión, solo diversión. Visitamos tres centros, en donde la evaluaron y nos daban sus informes, luego con ese informe íbamos a otros centros, hasta que llegamos al centro que más nos gustó, en donde vimos a Teo entrar contenta y salir con ganas de volver, yo siempre les he pedido a los terapeutas entrar a las sesiones, no a todas (para no invadir el espacio de Teo), pero si cada dos sesiones estaba presente, para aprender y ver ahí los avances de mi niña.
Hoy mi pequeña Teo tiene 8 años y siento que hemos tomado el camino correcto, esto no significa que es perfecto o fácil, pero se puede, es un camino largo, lento y muchas veces duro, te enfrentas a miedos, a tantas dudas, a un entorno que no te entiende, al rechazo, pero eso al final nos hace más fuertes y vale la pena, por nuestros hijos siempre vale la pena.